La fuerza del huracán

El huracán es un viento poderoso.

Su ojo alcanza lejanos objetivos.

Su fuerza es descomunal.

Su acometida es brutal y su rastro lleva a la calma.



jueves, 26 de agosto de 2010

Veranear en Mairena is diferent


Llegó a su casa de Mairena el primer día de vacaciones; dejó el maletín en la entrada; se cambió de ropa quedándose en calzonas y camiseta; puso el aire acondicionado y lo programó a toda potencia; conectó un par de ventiladores, de esos que utilizan en las películas para levantar la arena del desierto y simular tormentas y vendavales; encendió la televisión para ver el partido de baloncesto; se conectó a internet con su portátil; sacó el queso y la botella de agua del frigorífico y abrió un paquete de patatas fritas; colocó todo, mando a distancia, portátil y ratón, queso, agua y patatas fritas, además del móvil, encima de la mesa del salón, de manera que no le resultara muy difícil llegar a ellos sentado en su sofá; se recostó de lado en un segundo, aprovechando que se sintió algo cansado y que le flaquearon un poco las fuerzas; giró sobre sí mismo colocándose bocarriba; entrecerró los ojos todo lo que pudo, los párpados no se cerraron del todo y dejaban entrever parte del blanco del gobo ocular, por lo que parecía que los ojos se habían dado la vuelta; posó ambas manos sobre su ombligo y, finalmente, emitió un sonido gutural, algo parececido a un ronquido, la señal que indicaba el inicio del prolongado y agradable sueño en el que se sumergió. Muchas horas después, dicen que pasaron varios días, abrió los ojos con gran dificultad, se desperezó, estiró las piernas, se secó la boca y la barbilla con la mano, se tocó la coronilla y la parte de atrás de cuello, ambas húmedas; escuchó el sonido de la televisión, qué lástima, pensó, me he perdido el final del partido; a duras penas se levantó pisando varias patatas fritas que habían caído al suelo y que ahora crujían; sintió sed y bebió el agua recalentada de la botella; observó la imagen del protector pantalla de su portátil y se acordó que tenía que telefonear a un amigo; al coger el móvil comprobó que tenía treinta y cinco llamadas perdidas y que la batería estaba a punto de agotarse; sintió una fuerte presión en el pubis, se estaba orinando y se apresuró a ir al cuarto de baño; al pasar frente al espejo, vio de reojo su imagen reflejada en el espejo, se detuvo ante él y se miró a sí mismo; en ese momento comprendió parte de lo que había ocurrido en las últimas horas. Sin embargo estaba algo confuso, había algo en el ambiente que lo enrarecía, un intenso olor a queso manchego bien sudado que se había esparcido por toda la casa a través de las corrientes de aire que levantaban los dos ventiladores; de repente sintió frío por la exposición al aire acondicionado; llegó al baño, allí ejerció de ciudadano del mundo y, diez minutos después, tras lavarse las manos, salió al pasillo, bostezó con gran ímpetu, respiró fuerte y, en ese instante, experimentó la sensación de haber descansado. Realmente, hacía mucho tiempo que no se encontraba tan bien, realmente, el verano había comenzado para él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario