La fuerza del huracán

El huracán es un viento poderoso.

Su ojo alcanza lejanos objetivos.

Su fuerza es descomunal.

Su acometida es brutal y su rastro lleva a la calma.



lunes, 2 de mayo de 2011

De pata negra


Hace unas semanas, nuestros amigos Jose y Rocío nos invitaron a unos cuantos a cenar en su casa. Fuimos varios los que acudimos: el señor Mendoza y Laura, Don Manuel y Begoña, el señor Tato, el señor Felipe, y yo con Eva. El motivo de tal encuentro no era otro que degustar, junto a otras ricas viandas, las sabrosas lonchas de un espléndido jamón de pata negra procedente de algún hermoso guarrillo ibérico de casi dos arrobas (20 kg aproximadamente) criado en la explotación ganadera que Jose y su familia regentan en su finca de Paymogo, Huelva.
El jamón resultó excelente, tanto por su sabor como por el grado de curación. El resto de la cena, bien regada con cerveza y excelente vino, también fue disfrutada placenteramente. "Todo buenísimo", le dijimos a los anfitriones.
Por razones que no vienen al caso, yo tuve que marcharme pronto, lo que hizo, según los testimonios del día siguiente, que me perdiera uno de los momentos cumbres de aquella velada, que llegó después de la cena: el relato de la estancia, durante no sé qué verano, del señor Felipe, contada por él mismo, en la playa de Fuseta (Portugal). Al parecer y sin entrar en detalles, el relato alcanzó momentos de gran intensidad narrativa, como no cabía esperar de otra manera de aquel que en su día fue descrito por Don José Menayo como un "chico excepcional de gracia natural, nada artificial". Una historia sin igual más del señor Felipe que, como dicta el mandamiento, santificó la espléndia mesa alrededor de la cual brotó, como tantas y tantas noches, la magia y el calor de la amistad, de unos sentimientos de pata negra que se renuevan con el discurrir de los tiempos y que no se olvidan, pues han calado en lo más hondo de nuestro mapa genético y, conviene recordarlo, que permanecerán, si nada lo impide, durante el sueño de la noche eterna.