La fuerza del huracán

El huracán es un viento poderoso.

Su ojo alcanza lejanos objetivos.

Su fuerza es descomunal.

Su acometida es brutal y su rastro lleva a la calma.



sábado, 28 de agosto de 2010

Voy por tabaco


Son tus labios un rubí
partido por gala en dos,
arrancado para ti
de la corona de un dios.

Con estos románticos versos se despidió de su novia el protagonista de esta reseña después de decirle "cariño, vuelvo enseguida, voy por tabaco, no tardo".
Treinta segundos después, al salir del chalé donde se celebraba la barbacoa y pisar la calle de la urbanización, nuestro poeta comenzó a correr hacia su coche; lo arrancó, puso la primera y salió disparado en dirección al pueblo más próximo. Diez minutos más tarde se encontraba en el estanco de la travesía principal que cruzaba el municipo de un extremo a otro; allí saludó y pidió chester, pagó, cogió la vuelta y la cajetilla y regresó al coche, donde encendió un cigarro. Cuando parecía que iba a volver sobre sus pasos para regresar al lugar de la barbacoa, de nuevo salió a toda pastilla terminando de atravesar el pueblo. Quince minutos después había dejado atrás dos localidades y se dirigía a una tercera población enfilando la carretera nacional que lo llevaría al destino fijado en su mente. "Si me doy prisa, puedo ver el final del partido y volver rápidamente. No estaré allí mucho tiempo", pensó.
Dos cigarrillos fue el tiempo consumido antes de llegar a los alrededores del pabellón de deportes, meta final de su escapada. Aparcó el vehículo; entró en el polideportivo por la puerta principal; buscó el pasadizo a las pistas; lo encontró al fondo del hall principal; corrió y en dos segundos estaba en la zona del banquillo donde se sentaban las jugadoras de su equipo de baloncesto.
Saludó a todas las jugadoras, al entrenador que lo sustituía ese día, su amigo del alma, y tomó las riendas del partido dando órdenes e instrucciones al quinteto que estaba en pista. La segunda parte acababa de empezar, el marcador estaba igualado, había mucha tensión en las gradas, el partido era crucial, el ganador se proclamaría campeón de liga, todo el trabajo de aquel año estaba en juego. Con todos estos ingredientes nuestro poeta había olvidado que debía volver de inmediato a la barbacoa donde su novia lo esperaba.
Una hora después acabó el encuentro; el equipo de nuestro entrenador furtivo se había proclamado campeón de la liga provincial; todos estaban muy emocionados y celebraban con júbilo la victoria. Tras las felicitaciones propias de estas ocasiones se decidió que todos, jugadoras, entrenadores, padres, directivos y amigos, irían a celebrarlo a una venta próxima, donde comerían y brindarían por el éxito alcanzado. No hay que decir que nuestro amigo, embargado por la emoción se dirigió, junto a los demás, hacia el local donde tendrían lugar los fastos triunfales. Allí corrió el vino y la cerveza, se degustaron exquisitos manjares, se remató con suculentos postres y café, y se brindó con champán; la fiesta fue a más, llegó la hora de los cubatas; comenzaron las canciones, las palmas y el baile, en el que destacó un taconeo a pecho descubierto del entrenador clandestino, momento cumbre de la tarde, exhibición del flamenco más ortodoxo, derroche de arte al caminar, parar y templar.
Eran las siete y media de la tarde cuando el poeta tras varios tragos largos de wisqui con cocacola se fumaba el último pitillo de la cajetilla que había adquirido por la mañana. "Tengo que comprar tabaco" pensó. En ese instante, un escalofrío intenso recorrió su espalda. Acababa de recordar que tenía que regresar a la barbacoa.
Sin despedirse de nadie, se dirigió deprisa al coche, arrancó y puso rumbo hacia la urbanización donde le esparaba su novia. Intentó no pensar en nada pues el simple reconocimiento de que se había olvidado de la barbacoa le helaba la sangre; no quería ni pensar cómo sería la acogida de su novia.
Ya había oscurecido cuando aparcó y traspasó la cancela del chalé. Casi toda la gente se había marchado ya y los dueños de la casa estaban despidiendo a los que quedaban. Las viandas y bebidas estaban recogidas...
Todo lo que ocurrió después ustedes se lo pueden imaginar, pues además todas las escusas se desvanecieron cuando nuestro querido amigo hizo el intento de enseñar el paquete de tabaco no encontrando nada en su vacío bolsillo.
Unos días después todo se olvidó, se hicieron las paces y, de nuevo, se retomó la normalidad. Hay que decir también que, aquel año, nuestras niñas hicieron un gran papel en la fase regional y que nuestro entrenador fue muy feliz con todo ello.

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