La fuerza del huracán

El huracán es un viento poderoso.

Su ojo alcanza lejanos objetivos.

Su fuerza es descomunal.

Su acometida es brutal y su rastro lleva a la calma.



domingo, 24 de octubre de 2010

Un buen paseo a la Alameda


El padre le dijo en romaní a su hijo que se acercara a él. Debido al ruído del tráfico y al trasiego que había en la calle, el progenitor no escuchaba la melodía que su vástago y compañero acababa de empezar a entonar con su clarinete. El joven se aproximó, tomó aire de nuevo, chifló en la boquilla del instrumento y la música sonó de nuevo alegrando la mañana. Ahora el patriarca le había cogido el son al bolero y podía acompañarlo y marcar el ritmo a golpe de pandereta. Padre e hijo se miraron, uno de ellos guiñó un ojo, los dos sonrieron y, con esta complicidad, comezó una espléndida y soleada mañana que invitaba a la gente en la calle a ocupar todas las mesas de los numerosos veladores que proliferan en Nervión. Por la tarde había partido, así que el ambiente de aquel domingo era populoso y animado.
Después, tapitas en la calle, helado en la esquina, siesta durante una horita con el runrun de un telefilme y, tras espabilar durante unos minutos, con camiseta, pantalón corto y zapatillas deportivas, cogí mi bicicleta superdahon, bajé las escaleras con ella al hombro y, ya en la calle, pedaleé hasta el lugar de encuentro con mi grupo ciclista.
Eramos cinco gregarios en ruta hacia la Alameda de Hércules. La tarde muy clara, luminosa y templada, perfecta para rodar. Tomamos el carril bici y, tras alcanzar el Prado de San Sebastián bajando desde Ramón y Cajal, nos desviamos por la Avenida, sorteando tranvías y paseantes, raíles y turistas, familias, grupos organizados, parejas, pandillas, mochileros, solteros, viudos y despitados. En la plaza Nueva, un cuarto de hora para las seís de la tarde, luego por Tetuán hasta la Campana, algo más despejada, y antes de coger Jesús del Gran Poder en contramano, visitamos los escaparates de El Corte Ingles, en la Plaza de El Duque, donde un reducido grupo hacía cola para comprar las localidades de la función teatral, en la sala la Imperdible.
Por fin la Alameda de Hércules, imponente desde el siglo XVI, el más antiguo jardín público de España y Europa, con las entradas delimitadas en un extremo por las columnas de Hércules y Julio César, y en el otro por otras dos con leones y escudos que representan a la propia ciudad y a la nación española. Espacio restaurado reciéntemente en el que destacan el palacete de la Casa de las Sirenas y varios quioscos de moderna concepción. Hechamos de menos el albero que alfombraba toda la plaza y sobre el que se asentaban los antiguos y escasos vestigios de lo que en su día fue un hermosos jardín. Las nuevas farolas no le hacen favor alguno al conjunto arquitectónico ni la moderna y desentonada comisaría de policía. No obstante, la Alameda parece recuperada para la ciudadánía y en sus bancos, polletes y veladores se está bien tomando un refresco, un café, una cerveza con tapa, un vino o un helado mientras se contempla placenteramente el ir y venir de los viandantes.
Así hicimos durante algo menos de una hora. Aparcamos nuestra bicis y nos sentamos en una agradable terraza a tomar unos bebidas frías para saciar nuestra sed de esmerados ciclistas. Una hora de relax, un momento contemplativo, sintiendo el calorcito de la tarde en el rostro, mirando a la gente, comentando, como diría Don Manuel, el paisaje y el paisanaje. Antes de partir se unieron a nosotros dos compañeros solidarios, madre e hijo.
La vuelta por la ronda histórica, a la que llegamos con cuidado desde Calatrava. De nuevo el carril bici por la Macarena, muy concurrido el templo, la Ronda de Capuchinos y María Auxiliadora, muy despejadas. Cruzamos por el semáforo y subimos por José Laguillo donde uno de nosotros se detuvo para el control de avituallamiento; pronto en Santa Justa subiendo el puente como grandes escaladores, después la bajada y, enseguida, la entrada de nuevo a Nervión por Luis de Morales, con nuestro equipo ganando 2-0 a nuestro paso por preferencia. San Francisco Javier era el preámbulo antes de dejar a algunos de nuestros compañeros, lo que ocurrió en General García de la Herranz. Tras la primera escala, quedamos un reducido grupo que, con un ritmo más pausado, alcanzamos nuestras casas a las 19, 20 horas. La etapa había concluido con éxito. Todos en buena forma, sin lesiones y con fuerzas suficientes para concluir el día.
Antes de terminar esta reseña hay que hacer una mención especial a dos de los nuestros, los dos más jóvenes y noveles, un benjamín y un alevín que se mostraron muy entusiastas y que animaron la carrera en todo momento con sus tirones, sus escapadas, sus pájaras y su atrevido pedaleo. Dos jabatos del aventurado pelotón de aquella complaciente y primaveral tarde de otoño.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cumpleaños feliz


Han transcurrido doce años desde que entrené al último equipo en mi club de baloncesto de toda la vida. Desde entonces, algunas cosas no han cambiado, entre ellas la costumbre de quedar con mis viejos amigos, los entrenadores con los que coincidí durante aquellas añoradas temporadas, para tomarnos unas cervezas bien frescas. Afortunadamente, esa costumbre se mantiene año tras año, aunque algunos no estemos ya en activo.
Se puede decir que el objetivo se cumplió, el romanticismo se tornó en realidad. Todos los esfuerzos, todas las ilusiones y las infinitas horas en la cancha de entrenamiento fraguaron en el establecimiento de fuertes lazos de amistad y en muchas horas más de cerveza. Porque un club sin cervezas no es un club, igual que un equipo sin amigos no es un equipo.
Esta noche celebraremos el cumpleaños de dos de los nuestros, de dos buenos y viejos amigos. Una vez más, como al principio, habrá cerveza.
Algunas generaciones recientes de baloncestistas deberían tomar nota de sus predecesores. Hay jugadores y jugadoras que se creen muy buenos en sus equipos y descuidan los aspectos más emocionales. En realidad, no saben que algunas cosas caen pronto en el saco del olvido, mientras que otras, las más valiosas, permanecen siempre en la memoria individual y colectiva. Que tomen nota: menos pajaritos y más cervezas.

martes, 12 de octubre de 2010

La Plaza de España restaurada



La Plaza de España de nuestra ciudad por fin ha sido restaurada. Las obras han llegado a su fin. Hay que decir que el conjunto arquitectónico proyectado por Aníbal González ha quedado muy bonito. Los sevillanos solemos vivir de espaldas a este bello lugar. Recomiendo este enclave de la ciudad para pasear y para conocer y desvelar los tesoros culturales que sus azulejos, sus galerías y sus dependencias guardan, quizá, con excesivo celo.
Los detalles escultóricos (los cuatro heraldos, las águilas, los bustos y los escudos) contribuyen armoniósamente a la decoración ornamental.
En esencia se trata de un espacio central diáfano con la fuente en el centro flanqueado por un canal o foso con agua cruzado por cuatro puentes y, algo más allá, formada por azulejos, la bancada de las provincias bajo los arcos de dobles columnas que delimitan las alas o galerías que partiendo de dos torres barrocas en los extremos confluyen en un edificio central. La variedad de los materiales empleados en su construcción (ladrillo visto, mármol, cerámica, hierro fojado y repujado) ponen el color y la textura a este exquisito monumento.
De especial interés resulta la visita al Museo Militar, alojado en uno de sus edificios.