La fuerza del huracán

El huracán es un viento poderoso.

Su ojo alcanza lejanos objetivos.

Su fuerza es descomunal.

Su acometida es brutal y su rastro lleva a la calma.



domingo, 19 de septiembre de 2010

Canto a la libertad. Adiós Labordeta


Canto a la libertad

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.

Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.

Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

José Antonio Labordeta.

Para escuchar la canción haz click en este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=i15eFc_BCu4

viernes, 17 de septiembre de 2010

Del romanticismo a la realidad


Casi no me acuerdo de aquella tarde cuando me presentaron al autor de la carta que publico a continuación. Es buen tío, me dijeron, y quiere echar una mano como ayudante de algún equipo.
Este fue el comienzo de una larga y fructífera carrera como entrenador de baloncesto. Temporada tras temporada, año tras año, han sido muchas las generaciones de jugadoras y jugadores que tuvieron la fortuna de contar con él como entrenador.
Desde el principio congeniamos bien y pronto nos hicimos amigos.
Durante mucho tiempo trabajamos codo con codo, junto a otros grandes amigos, en la difícil tarea de conseguir que nuestros equipos femeninos conformaran la mejor sección de baloncesto posible. Recuerdo miles de anécdotas, de conversaciones, de discusiones sobre técnica y táctica, las largas noches de tertulia, de risas, de bromas y de diversión... Fueron los mejores años.
Cuando yo y el Gran Skin (ya hablaremos del Gran Skin) nos retiramos, mi amigo, junto con su compañero de fatigas (ya hemos hablado de él en alguna ocasión: ver la entrada "¡Voy por tabaco!") tomaron las riendas de todo aquello. Hay que decir que desde entonces los equipos que dirigieron y coordinaron no han parado de ganar títulos y de obtener grandes triunfos. Con ellos, llegaron otros magníficos entrenadores (Marcos y Antonio) que heredaron los fundamentos y conceptos sobre los que se había levantado aquel proyecto deportivo.
Más de veinte años de baloncesto jalonados de muchos aciertos y muy pocos errores. Demasiado tiempo de trabajo, de sacrificios y de generosidad. Demasiada entrega. Varias generaciones bien entrenadas y, sobre todo, bien educadas. Muchos recuerdos y mucha gente que disfrutó gracias a mi gran amigo.
Ahora, en el momento de su retirada (esperemos que provisional) por razones profesionales, el autor de esta carta se marcha orgulloso de todo lo que consiguió; sin embargo, le queda un recuerdo un tanto agridulce. Yo pienso que hoy, cuando ha escrito todo esto que de inmediato voy a transcribir, no es su mejor día, pero razón no le falta y al leer estas líneas no puedo estar más de acuerdo con todo lo que refleja en ellas. Hay que joderse.


Son ya muchos años en los que la experiencia me dice que el ser humano se mueve más por la idealización de lo que hace que por la realidad de los hechos.
La vida te va marcando; es verdad que conforme cumples años todos los ideales que tenias van cayendo, más aún cuando tras grandes esfuerzos, mucha ilusión y mucho tiempo solo recibes gestos de ingratitud e indiferencia.
También es verdad que en la vida hacemos algunas cosas de manera voluntaria y en ellas encontramos nuestra gratificación. Pero quiero añadir un matiz a esto: todas estas actividades nos han requerido durante muchos años grandes esfuerzos, no vinculados a las mismas, que incidían directamente en el ámbito personal y que nos han exigido una gran dosis de buena fe.
La opinión que quieron comunicar en esta carta no es generalizable a todos. Por supuesto que hay muchas excepciones, mucha gente con la que actualmente disfruto de una gran amistad personal. Sin embargo, son ya bastantes las decepciones, no por el hecho de no recibir de ellas ningún tipo de agradecimiento, alguna palabra de afecto, sino por el poco valor que se ha dado a nuestra labor educadora, a nuestros esfuerzos personales y, sobre todo, a nuestra valía como personas.
Este último punto es quizás el que más nos puede doler, porque es verdad que se cumple la norma “nunca se valorarán tus acciones buenas, solo las malas”.
Esta norma se está generalizando en las últimas generaciones provocando que la perspectiva de la realidad se pueda modificar simplemente por cualquier hecho desafortunado o error que uno pueda realizar, avocando toda tu trayectoria y méritos realizados y contraídos con anterioridad a un segundo plano, donde no suelen ser evaluados y mucho menos valorados.
Uno siempre tiene la esperanza que todos tus actos, en algún momento sean reconocidos por aquellas personas a las que has ayudado y por las que te has esforzado con el objetivo de proporcionarles algún bienestar. En fin, pues esto se ha producido pocas veces en los últimos años, aunque es cierto que cuando se producen te hacen pensar que todos tus esfuerzos han merecido la pena.
Lo que no llego a comprender es que además de no recibir ningún tipo de afecto o reconocimiento a tu esfuerzo, algunas personas se dediquen a criticar tu labor y a echar por tierra todo tu trabajo en diferentes foros.
El verter criticas gratuitas sin fundamento hacia aquellos que han dedicado tantísimo tiempo a que varias generaciones crezcan como personas, maduren, se eduquen y se diviertan responsablemente, para mí solo tiene una justificación clara: “LA POCA EDUCACIÓN”, por mucho que se quiera justificar dichas críticas con diferentes argumentos.
Debemos plantearnos que en nuestro sistema social estamos acentuando cada vez más el individualismo y la competitividad, pero es verdad que los jóvenes de hoy están equivocando esos términos: el individualismo a pasado a ser “EGOISMO” y la competitividad se ha perdido.
Bueno, sí quiero reforzar la actitud de mis compañeros durante tantos años, pidiéndoles que sigan creyendo en ese idealismo romántico que impregnó todas sus actividades, que no desistan en su actitud porque es verdad que en la vida uno no busca el reconocimiento de sus actos sino encontrar la felicidad en los mismos.
Seguiremos en la lucha durante muchos años.
Dedicado a todos mis compañeros.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¡Quién se ha comido los espetos!


Es triste pensar que los actuales gobernantes, empeñados en fastidiarnos una y otra vez con sus prohibiciones y con medidas que solo intentan desviar la atención y la opinión públicas hacia asuntos que camuflan los verdaderos e inquietantes problemas que nos acucian, estén maquinando el cierre de miles de chiringuitos de playa que constituyen uno de los principales atractivos del turismo nacional e internacional, auténticos motores de la economía familiar de muchas regiones y, junto al sol de nuestras hermosas playas y sus servicios hosteleros, de la macroeconomía del páis.
Pues bien, un soleado domingo de un caluroso verano, no hace más de cinco años, nos encontrábamos en uno de esos chiringuitos playeros que hay en Torremolinos, ciudad emblemática para todo el manuelismo. La noche anterior había resultado movidita y se había prolongado hasta el amanecer, por lo que los cinco amigos estábamos cansados, sedientos y hambrientos.
Pedimos la inexcusable ronda de cervezas, una ensalada, pescado frito variado y, no podía ser de otra manera, una buena ración doble de espetos malagueños, la joya gastronómica de la costa del sol, el milagroso manjar que nos repondría de la atropellada noche. Uno de nosotros, nuestro querido Tato, anhelaba con especial deseo degustar la suculenta especialidad de aquel rincón de Andalucía.
Un puñado de sardinas ensartadas en una caña pinchada en las brasas de leña de encina para asarse lentamente al fuego dan lugar a uno de los más sabrosos y apetecibles bocados que el talento y la imaginación de los restauradores de la costa hayan podido ofrecer a la concurrencia. Hay pocas delicias que se disfruten más acompañadas de una cerveza bien fría. Al parecer, hace más de 125 años que el merendero La Gran Parada, situado en el malagueño y marinero barrio de El Palo, ofreció por primera vez las ricas sardinas empaladas en espetos a su clientela. Se cuenta que el mismo rey Alfonso XII visitó aquel chiringuito y comió los espetos llevándoselos a la boca con los dedos, tal y como le indicó el propietario del local, quedándo plenamente satisfecho y agradecido.
En el momento en que los espetos y el resto de platos fueron servidos en nuestra mesa, Tato acababa de encender un pitillo. Hay que decir que el proceso de encendido de un cigarrillo por parte de nuestro amigo sigue un riguroso manual protocolario que incluye, entre otros pasos, el alisado del papel y el prensado del tabaco en su interior.
Encendido y fumado el habano, nuestro colega sacó de su funda la toallita impregnada de agua de limón que nos habían entregado para limpiarnos las manos. El lavado de manos fue preciso e intenso, alcanzado todos los recovecos y pliegues.
Con las manos bien aseadas, se sirvió ensalada en su plato: primero los ingredientes en forma de hoja, después los de forma de tiras y, por último, aquellos con formas más geométricas y voluminosas.
Servida y tomada la ensalada, parsimoniosamente hizo lo propio con el pescado frito: primero los pescaditos completos (boquerones y acedías), después los taquitos y pedacitos (rape, merluza, rosada y adobo) y, por último, los cefalópodos (puntillitas y calamares).
Otro protocolario cigarro, precedidio de su consabida preparación, se fumó nuestro amigo antes de seguir con el banquete. "Ahora el plato fuerte", pensó, "ahora los espetos".
Ansioso por degustar el primer pescadito plateado, volvió su mirada y tendió su mano hacia el plato de los espetos cuando, sorprendentemente, comprobó que solo quedaba una sardina, las demás había desaraparecido por arte de magia. Contrariado y con el rostro desencajado exclamó: ¡Mamones, quién se ha comido los espetos! Al mismo tiempo su mirada recorría inquisitoriamente cada uno de nuestros platos, deteniéndose en el de nuestro querido Felipe, pues era el que contenía un mayor número de esqueletos de espinas de sardinas, aventajándonos de manera evidente, como se podía comprobar por las espinas que reposaban en cada uno de nuestros platos. En defensa de Felipe, en honor a la verdad y por hacer justicia, hay que decir que Don Manuel también había comido un buen número de sardinas, pero este hecho pasó algo inadvertido, pues Tato descargó toda su ira y reprobación sobre su amigo Felipe, aunque al resto nos tocó también lo nuestro. El mosqueo fue tremendo y el enfado iba tornándose en indignación. De nuevo encendió un cigarro y, tras manifestar que ya no comería más, permaneció en silencio un largo rato sacudiendo de vez en cuando la cabeza en señal de incredulidad.
Todos nos mirábamos de reojo, mediorriéndonos del monumental mosqueo de nuestro amigo, pero la tensión se agravó cuando el camarero nos comunicó que ya no quedaban más espetos, que se habían agotado. La cosa se puso seria. La última sardina desapareció del plato, sin que la mayoría nos diéramos cuenta. En el ambiente confluían nuestras risas contenidas, el resentimiento de Tato y la replicación de Felipe, que empezaba a sentirse injustamente atacado.
En este punto, llegó el momento de que interviniera el Gran Kikiño.
Efectivamente, el Gran Kikiño, afanado en contentar a su buen amigo, se levantó y, media hora más tarde, tras penetrar en la mayoría de los chiringuitos que discurrían a lo largo de la orilla de aquella playa llamada Bajondillo, volvió con una bandeja repleta de espetos. Todos quedamos perplejos, allí había más de tres docenas de espetos, una barbaridad.
La bandeja fue depositada delante de los malhumorados ojos de Tato, cuya reacción confirmó su reproche a nuestro agravio inicial: "No como más sardinas", dijo.
"Entonces nos las comemos nosotros", intervino desairado el Gran Kikiño al tiempo que engullía una espléndido ejemplar de sardina asada. A los demás nos faltó tiempo para avalanzarnos sobre la bandeja y, varios minutos y varias rondas de cerveza después, no quedaba sobre ella más que el rastro aceitoso de aquellos manjares. Nuestra felicidad total por el festín que nos habíamos dado contrastaba con la ausencia del amigo ofendido.
Y así trancurrió aquel almuerzo playero. Pero antes de terminar tengo que decir que después de tomar café, la pócima mágica preferida por Tato, nuestro amigo, que es un tío excepcional, recuperó su sonrisa y olvidó lo ocurrido. También tengo que decir que esta anécdota es entrañable y que jamás la olvidaremos, pues forma parte del patrimonio inmaterial que compartimos unos cuantos.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Noticias de actualidad sobre Cabo Polonio


En esta página web podréis encontrar noticias de actualidad y otras informaciones relacionadas con Cabo Polonio. Retiro espiritual, paraiso de libertad. Son muy interesantes los comentarios e historias que muchos de los visitantes y habitantes del Cabo relatan sobre el lugar. Las mochilas siguen aguardando, pero algún día estaremos en Cabo Polonio, el sueño de Don Manuel.

http://www.portaldelcabo.com.uy/modules/noticias/

sábado, 4 de septiembre de 2010

El ciclo de la vida


El invierno pasado fuimos invitados a cenar a casa de unos buenos amigos. En la imagen se aprecia el principo de lo que luego resultó ser una larga noche de la que salimos más que bien despachados: comimos de maravilla, bebimos lo que quisimos, conversamos jovial y acaloradamente y, sobre todo nos reímos. Les puedo asegurar que todos los suculentos alimentos que aparece en la imagen y otras delicias que aguardaba en la cocina fueron absolutamente engullidas por el grupo de amigos comensales que aquella noche nos reunimos.
Comer, beber, hablar, reír... El ciclo de la vida nos ofrece afortunadamente innumerables ocasiones para pasarlo bien, habrá que seguir aprovechándolas por mucho más tiempo. Como dice Don Manuel, la vida se vive una sola vez y pocas veces hay segundas oportunidades. Que así sea.